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No hace mucho ya tratamos del tema del cambio de milenio y de las consecuencias económicas, jurídicas y sociales que este suceso iba a provocar en nuestra sociedad.
Hoy, más cerca del momento en que los ordenadores crucen la línea divisoria entre el 31 de diciembre de 1999 y el 1 de enero del año 2000, en que se produzca el denominado efecto 2000, creemos conveniente volver a tratar el tema y resaltar algunas circunstancias que rodean el mismo y que han ido apareciendo con posterioridad.
Para algunos informáticos el problema del año 2000 es como una cebolla. Cuantas más capas pelas más ganas de llorar dan.
Efectivamente es así, según vamos terminando el arreglo de nuestros sistemas van apareciendo problemas que en un principio no incluimos en nuestro análisis de impacto.
El tratamiento que se da al problema, en cierto modo, es distinto a un lado y a otro del Atlántico, quizás debido a que en Estados Unidos el grado de informatización es superior a la del Viejo Continente.
En Estados Unidos, según informan los medios de comunicación, alguna Agencia gubernamental ha aconsejado a sus miembros que de cara a la fatídica fecha dispongan de dinero en metálico ante el posible fallo del sistema de cajeros automáticos y almacenen mantas y víveres ante el eventual fallo de las calefacciones y los sistemas de distribución.
En Europa no se ha llegado a tales extremos si bien ha habido países que dan más prioridad e importancia al tema, como el Reino Unido, dónde el Jefe de Gobierno ha expuesto los riesgos que amenazan si no se prepara con tiempo la solución al problema.
Algunas empresas, especialmente en el sector financiero y de seguros, están satisfechas del trabajo realizado pues han aprovechado los arreglos de las aplicaciones a que venían sujetos por la implantación del euro para atacar a la vez los dos problemas.
No obstante, querríamos advertir de cara a la cantidad de demandas judiciales que se pueden interponer, que aunque uno tenga resuelto perfectamente, y ya es suponer, el problema del año 2000 no debemos olvidar que estamos en una aldea global y que lo que hagan los demás incide necesariamente en nuestros sistemas de información.
A continuación vamos a enumerar una serie de problemas colaterales que se pueden presentar:
Los sistemas embebidos prácticamente controlan los servicios de las organizaciones: luces de los ascensores, sistemas de seguridad, los relojes y los sistemas de calefacción y aire acondicionado; encienden y apagan las luces de los aparcamientos y garajes, controlan los equipos de los quirófanos de los hospitales; controlan las máquinas herramienta. En resumen los sistemas embebidos controlan las condiciones en que se trabaja y en determinadas circunstancias pueden determinar quién trabaja.
Estos sistemas suelen funcionar en un segundo plano y muchas veces no se tienen en cuenta, prestando principal atención a los ordenadores, redes, etc. Un problema que se presenta es que la mayoría son anticuados y tienen un arreglo harto difícil, llegándose en casos extremos a tenerse que cambiar la pieza completa.
El arreglo del efecto 2000 y asimismo la implantación del euro han obligado a las organizaciones a un esfuerzo extraordinario y a emplear personal externo, a realizar parches en las aplicaciones, a efectuar pruebas, en muchos casos debido a las prisas, con datos reales; en definitiva a saltarse muchas veces las normas de seguridad, en el favorable caso de que las tuviesen.
Todo ello originará grandes agujeros en la seguridad de las organizaciones que habrá que detectar y tapar mediante las correspondientes auditorías de seguridad.
En bastantes casos el coste de los arreglos del efecto 2000 en las organizaciones será a costa de reducir las partidas correspondientes a nuevos desarrollos y principalmente a seguridad como ya ha sucedido en un pasado reciente.
De poco vale que nosotros pongamos todos nuestros medios para paliar los efectos del año 2000 si nuestros, suministradores, proveedores y clientes no hacen otro tanto, pues aunque aislemos nuestro sistema mediante los correspondientes filtros, algo que tendremos que hacer, difícilmente podremos sobrevivir si los demás perecen, vivimos en una aldea global y lo que hagan unos repercute en todos los demás. Por ello el interés en que el problema se resuelva, en cierto modo conjuntamente.
Esperemos que el año 2000 tan sólo sea un mal sueño informático del que salgamos al despertar el primero de enero de dicho año.
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