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Artículos - Sociedad de la Información

Hacia un nuevo modelo de Derecho

Miguel Ángel Davara Rodríguez
Doctor en Derecho
Director del Instituto de Informática Jurídica de la Universidad Pontificia Comillas

La entrada en la llamada "sociedad de la información" ha creado un amplio abanico de posibilidades que es imposible dominar; este abanico se ha intentado desgajar en funciones con el fin de controlarle y, como en el "aprendiz de brujo",- viejo cuento de mi infancia que nos recuerda en qué forma la utilización de soluciones fáciles y ventajosas, sin medir sus consecuencias, se pueden volver peligrosamente contra uno mismo- cada "trozo de escoba" se convierte en otro de forma que va adquiriendo vida propia con la misma fuerza que la rama de la que se desgaja.

Seguramente el problema surgió cuando empezó a tomar mayor valor el parámetro información debido a la posibilidad de tratamiento, comunicación y masivo almacenamiento, con la utilización de las herramientas proporcionadas por las nuevas tecnologías; la información, indica Del Peso, "se ha convertido en un activo más de las empresas, en algunas, el más valioso y como tal debía figurar en los balances de éstas."

Pero la entrada en la sociedad de la información no puede ser pacífica en absoluto pues creará con mayor o menor fuerza un desequilibrio empresarial, profesional, social e, incluso, emocional. Y esta entrada no se produce en fases perfectamente delimitadas que contengan un estudiado "pert" y "timing" de introducción; se va produciendo, de un lado de la mano de intereses más o menos mercantilistas- legítimos, sin duda, pero mercantilistas- y de otro lado de la mano de una sinergia producida por el movimiento ondulante del concierto internacional.

Nuevos campos de actividad

Se abren nuevos campos de actividad; o se cierran viejos campos de actividad; o se modifican los campos de actividad; lo podemos llamar como queramos pero lo cierto es que se entra en un ambiente competitivo en el que incluso el profesional o la empresa más renuente, ante las ventajas que se le presentan, o ante el peligro de desaparecer del mercado por su falta de competitividad, se prepara para entrar en el juego de la transferencia electrónica de datos y de la utilización de la herramienta telemática. Se cambian los hábitos en el momento de preparar, de analizar o de realizar un trabajo y, en otro caso, es posible que no se pueda competir.

El individuo no se encuentra preparado para ello y, lo que es peor, en general, vive ajeno a ello; el escaso interés mostrado por el ciudadano medio europeo ante los nuevos servicios que estarán disponibles gracias a la sociedad de la información se explica tal vez por los temores que las nuevas tecnologías suscitan aún en la opinión pública.

Los modelos tradicionales, de trabajo u oferta laboral, de mercado, de consumo y de ocio, se están transformado con la explosión de nuevos servicios mediante una auténtica teoría diversificadora de la oferta, permitiendo todos los tratamientos, incluso el de imagen, en forma conjunta y ordenada, con la posibilidad de acceder unos a otros modificándose e interrelacionándose en forma dinámica.

Necesidad de modificaciones legislativas

La consecuencia de lo expuesto es que las políticas legislativas de los países deben cambiar ya que, de la mano de la digitalización, se ha creado un distinto mercado de trabajo, basado en una oferta diferente, que se puede centrar bajo el término de "oferta de información", naciendo así la "industria de la información" con compromiso de nuevos servicios e, insistimos, la presencia de un inédito escenario.

Nos encontramos con una necesaria modificación de los pilares básicos legislativos que proporcionan el marco, más o menos adecuado, en el que tradicionalmente hemos desarrollado nuestra actividad, hasta nuestras relaciones sociales y, casi diríamos, afectivas. No queremos decir que el panorama se presente negativo y, casi siquiera dudoso, queremos decir que lo que no debemos es permanecer indiferentes ya que el trabajo, la convivencia e, incluso, la simple subsistencia, exigen estar atentos a las modificaciones que permitirán situarse en lugares de preferencia a aquéllos que han estado despiertos y alertas al cambio que se produce.

¿Se trata de un nuevo modelo de sociedad?; en un alarde de osadía, impropio del rigor que mi vocación universitaria me exige, pero impulsado por el fácil atrevimiento que proporciona la pluma, me aventuro a decir que lo que se nos presenta es un nuevo modelo de derecho, llevado de la mano de un cambio social y cultural que es empujado por un loco desarrollo tecnológico, necesario, sin duda, pero no sabemos si conveniente.

Uniformidad del marco jurídico

El desarrollo de la sociedad de la información abarcará a todas las sociedades del mundo creando nuevas clases sociales y viéndose favorecidos aquellos países que hayan servido coordinar y equilibrar las necesidades de inversión, de desarrollo de servicios, de formación y de estructuración cultural, en un difícil camino a recorrer.

La popular utilización de los servicios por diferentes usuarios, independientemente de regiones, distancias, incluso de ordenamientos jurídicos, superando probablemente hasta el tradicional concepto de soberanía, provocará una disminución de costes y consecuente aumento de posibilidades de desarrollo que, al tiempo de poder ser gestionado por un dinero digital, con un reparto en divisas compensatorio de acuerdo, no solo a las participaciones, sino a la incidencia de uso, beneficios y capacidad de desarrollo de los diferentes estamentos – públicos y privados- que hayan participado en el mismo, encontrará problemas de adecuación a la organización y sistematización existente, con el consiguiente transfondo en el sistema monetario de cada territorio, que deberá ser adecuado a un catalogación diferente dentro de la compensación internacional.

Se creará con ello una nueva Europa, independiente de demarcaciones territoriales. O se creará una nueva sociedad transportada por las autopistas de la información dentro de la sociedad de la información, que de paso a una llamada sociedad virtual.

Al mismo tiempo, verá la luz una normativa técnica, y una probable homologación administrativa, que permita la interoperabilidad de redes y servicios potenciando a la vez la estructura territorial necesaria para su utilización por todos los ciudadanos; y, qué duda cabe, esto no afectará también al comercio interior y tendrá incidencia en un nuevo mercado laboral, en el que el trabajo busque a la persona y no tenga que ser la persona la que busque el trabajo como medio de vida; pero, para esto deberá ser formado el ciudadano, con la incidencia en el sistema educativo y formación de profesionales, técnicos y gestores para su orientación en las necesidades internas de cada territorio, afectando, como es lógico, a la vida política, a la económica y al desarrollo de una nueva sociedad para la que no todo el mundo –más bien diríamos que pocos- están hoy preparados.

Todo ello incluye la necesidad de unificar un marco jurídico adecuado en el que estuvieran protegidos los intereses y derechos de personas e instituciones, de forma que nadie pudiera ver violentado, aunque fuera potencialmente, su entorno dentro de una propiedad en libertad. La protección jurídica de las diferentes propiedades, intelectual, industrial, y, por qué no, el estudio de un concepto de propiedad "sui géneris" adecuado a los nuevos bienes que inundarán el mercado de la información.

Algunas dudas – algunas preguntas

En otro orden de cosas, las incidencias del desarrollo tecnológico, de la mano y con el apoyo de las telecomunicaciones, mueven a plantear, también la duda de la soberanía de los Estados.

¿Son realmente soberanos los propios Estados en el concierto internacional que les exige una toma de decisiones a veces contraria a sus propios intereses? ¿Se respeta la soberanía de los Estados?. ¿La respetan incluso los políticos y los gobiernos en su intento de participar en un orden político internacional?.

Pero no son estas las únicas preguntas que planteamos ya que con celeridad vienen a la mente otras que exponemos en toda su crudeza; ¿Se están utilizando realmente los sistemas de información como instrumento de control social?. ¿Tiene sentido y es verdaderamente eficaz el modelo jurídico ante las implicaciones, en todos los órdenes, de las tecnologías de la información?. ¿Se encuentra nuestra sociedad preparada para aceptar un cambio de adecuación en nuestro trabajo, forma de vida y costumbre?.

Otra pregunta que todos nos debemos hacer en nuestra flamante y reciente euforia de la Europa comunitaria, para intentar en parte solucionar este problema es: ¿cómo podemos garantizar que las TIC sirvan para combatir las desventajas y la desigualdad?. Mirando al futuro, poniendo todos los esfuerzos en la adecuación del problema a la nueva realidad social que se presenta, las respuestas están en manos de la formación, al tiempo que en la adecuación de una estructura básica, física y lógica, de tratamiento de la información, que perfeccione una red virtual de convivencia que desarrolle, o permita desarrollar, las cualidades sobre calidades humanas que el hombre ha venido desconociendo a lo largo de su existencia.

Siendo cierto, aunque no sabemos si acertado, el panorama expuesto, debemos marcar en nuestro análisis un planteamiento realista, nunca alarmista pero si de llamada de atención, sobre el deterioro jurídico que lleva aparejado este loco y desenfrenado desarrollo tecnológico que obliga a que algunos pilares en los que está basada nuestra sociedad deban ser reciclados hacia nuevos usos y costumbres, pudiéndonos llevar la sorpresa de que algunos no aguanten la estructura del nuevo edificio, y de esa forma caigan monumentos enteros sin posibilidad de reconstrucción, llevándose por delante en su caída a todos los que se refugiaban en ellos.

Códigos éticos: una posible solución

El problema radica en que las normas, en ocasiones, sirven a intereses distintos a los que en un principio deberían servir, encontrándonos en una relación de servidumbre con otros condicionantes que se escapan a nuestra compresión; el deterioro jurídico está servido haciendo buena, desgraciadamente, la máxima, que tiempo ha mantenemos, centrada en que el desarrollo tecnológico lleva aparejado un deterioro jurídico y, desde esta perspectiva, apoyamos con fuerza un acercamiento a la ética como tabla de salvación, o, mejor dicho, una vuelta a la ética como horizonte y guía de comportamiento.

Sería volver a la ética, o partir de algo, hasta ahora desconocido, que es la ética. Sería sentar unos principios de convivencia, respetados y respetables, que permitieran, con la utilización de las TIC, proporcionar un equilibrio inestable que necesita de sí mismo para evitar la caída de la humanidad, en su realización y comprensión social, en un abismo del que nunca pudiera salir.

Significa todo esto varios cambios; cambios en la estructura social, cambios en el mercado de trabajo y cambios hasta en la relación básica de desarrollo y convivencia, con la consiguiente dinamización del derecho en forma autorregulante; el viejo canto de sirena del logro de una convivencia social justa exige una seguridad y rigor, pero no por ello una situación estática de desaprovechamiento de actitudes sociales positivas en perjuicio de su adecuación a al realidad.

El papel de la ética, complementado con el desarrollo de códigos deontológicos, debe verse reforzado en esta nueva estructura de convivencia.

Conclusión: especial atención a la formación

La protección de los derechos de las personas, respecto a su intimidad y confidencialidad, de sus datos o información, que tuviera un régimen regulador diferente en el nuevo entorno de la sociedad de la información, y la creación de una dinámica de tratamiento de las actividades, que pusiera a disposición del usuario una seguridad física, operativa y, como no, jurídica, son cuestiones básicas a las que hay que prestar máximo interés.

Seguridad física, lógica y jurídica deben ser prioritarias en la implantación de los nuevos servicios, pero, al mismo tiempo, la seguridad tiene que jugar un papel importante, con una dinámica de desarrollo educacional, social y económica, valiente en sus presupuestos y flexible en su realización, modificando la actuación certeramente cuando se desvíe de los fines previstos, que marcarán el espacio de la sociedad de la información que nos toque vivir. Un espacio propio, abierto al mercado mundial y preparado para competir en su desarrollo en condiciones de igualdad.

Ante todo lo expuesto, concluimos exponiendo nuestro convencimiento de que nos acercamos a un nuevo modelo de sociedad que exige un nuevo modelo de derecho